miércoles, 30 de marzo de 2016

Arrancar con 50 salames como para probar



Sí lo de la tapa es la foto de un salame, porque el protagonista es un diseñador gráfico desencantado de la profesión, que luego de ser guardia de una empresa de seguridad privada, se quiere salvar vendiendo salames. Haciendo él los salames que parece que le salen ricos y hace un tinglado en el patio de la casa para dedicarse a esa producción, pero empiezan a pasarle cosas en tono comedia triste: termina a las corridas por el Museo Polifacetico Rocsen en Nono escapando de unos traficantes de animales silvestres que vendían en los countries que le disparan con metralletas de Paintball.

Yo también quise salvarme vendiendo salames, como algunos saben vamos con mi señora y mi beba seguido a Chajarí y es condición para que yo vaya que me esperen con un salamito y mis suegros no entran a casa si no es con un salame. Y es en esas tardes de ocio (bah un ocio que tiene que ver con no hacer lo que tendrías que hacer) de mate y salame cuando mi señora estaba embarazada o un poco antes, y cuando el dinero no apretaba tanto como ahora, le dije “che yo podría llevar salames a Paraná y vender si allá salen re caros”.
Entonces la convencí e hicimos cálculos mentales (ella con tal de verme entusiasmado me decía que si). Fuimos entonces a lo de un vecino de mis suegros que vendía salames y nos hizo probar de los que tenía, estaban todavía medio blanditos así que se desasían pero el sabor era fabuloso. El hombre era grandote y estaba sentado en la cocina con su señora preparando un guiso con la puertaventana que daba al patio abierta, y nos dijo que el disponía de camioneta y que se iba a re vender, y nos dijo que podíamos arrancar con 50 salames y probar.
El plan no era malo, pero luego llegaron los inconvenientes, como almacenarlos, cuanto espacio ocupaban, si venderlos por kilo o por unidad, si comprar cortitos o largos, si picado grueso o fino, si convenía comprarle a este hombre o comprar a la fabrica de Don Beto, nosotros estábamos en plena mudanza así que imposible, y así se fue derrumbando el plan. Igual no lo descarto cada vez que me llega el pobrísimo recibo de sueldo añoro los tiempos donde me daba esos márgenes para el sano delirio.
a esto se sumó que cuando masomenos nos decidimos este hombre no estaba bien de salud y los hijos no querían continuar el negocio paterno, y la fabrica de Don Beto había cambiado de dueño, ahora se llama solo Beto y, según mis suegros ya no eran como antes, esto ultimo chequeado por un  amigo de mi suegro que vende salames en la ruta.


Perdón si defrauda esta reseña, hay buenas reseñas por ahí que aquí debajo comparto. Para mí algo maravilloso de un libro que cuenta una serie de  anécdotas te habilite a contar la tuya, que te de pie a verte a vos mismo y a los demás y sentir que lo que le pasa a los demás no es muy diferente de lo que te pasa a ti.